El cine independiente / Raúl Perrone


¿Qué puedo decir sobre el cine independiente que no se haya dicho? Recuerdo que me gustaba leer en diarios y revistas la palabra “indie”. Sentía que quería hacer películas con el mismo espíritu que los músicos que hacían rock en un garage...

Hoy, unos catorce años después, me causa un poco de gracia leer que hablen de algunas películas diciendo que son “ independientes”, cualquiera dice que hace cine independiente y no tiene el mismo valor que antes, Son rótulos que se ponen, como “cine de culto”, el Dogma o la estupidez del momento. Son pretextos para poder escribir y hacer notas, pero el chiste se agota y al final no quiere decir nada. La palabra “independiente” está absolutamente vapuleada y no sé si siquiera genera respeto. En definitiva, creo que uno tiene que hacer lo que tiene ganas y la independencia es eso, hacer lo que uno tiene ganas, lo que uno quiere y puede sin limitaciones. El resto es marketing.

Muchos dicen que hacen cine independiente y lo hacen con un montón de plata, ¿entonces cuál es el límite? Porque la independencia a esta altura del partido no tiene nada que ver la plata., La independencia esta en la cabeza,esta en uno.

Hacer cine independiente ha cambiado mucho. Está muy bien que la tecnología vaya derribando mitos, aunque algunos se dieron cuenta un poco tarde. Pero bienvenidos todos al paraiso digital, (ja) al del video

... además, en definitiva, ¡la gente no sabe lo que es el cine independiente! Uno no le pregunta al vecino si vio algo de cine independiente. La gente no habla en esos términos, como los cinéfilos,criticos o intelectuales. La gente habla de películas buenas, o malas, y punto.

lunes, 30 de agosto de 2010

LUMIÉRE

Los actos cotidianos (Raúl Perrone, 2010)


por Alfonso Camacho






De otra parte Raúl Perrone, que no sabe qué es un escudo o un yermo, que no busca siquiera un cobijo donde resguardarse. Los actos cotidianos transcurre dentro de una casa, y sin embargo nos sentimos expuestos a la intemperie: esto no deja de ser significativo en cuanto que el dibujo de Perrone es una desaparición: relaciones incorpóreas, contigüidades separadas, paredes y techos intangibles. Imagen desaturada, cruda, desabrida, disyuntiva, que persigue el enigma y desprecia el alarde. Lo que cuenta es lo que no tiene, y entonces surgirán tormentas de radiaciones de teléfonos móviles y antenas televisivas, fuerzas espectrales que deambularán vacilantes, temerosas, inseguras, despojadas de su patriarca (el mismo Perrone careció de mentor alguno que le instruyera en el descubrimiento de nuevos pigmentos o lo convenciera de abandonar el taller para salir al exterior; no obstante se instruyó solo: fue único patrón de sus barcos, se convirtió en enemigo del maquillaje, en defensor acérrimo de las puertas abiertas en el set). Perrone avanza paso a paso, deshace a veces lo andado y retoma el camino, no aplana porque ama los relieves, las oquedades, el tropiezo, la tachadura. Se me podría reprochar, por aquello de combatir la añagaza de la palabra, que no es la primera vez que Perrone filma la marginalidad —incluso ya lo hizo en la misma casa, incluso los protagonistas de Los actos cotidianos ya participaron en otras de sus películas—; hasta podría aceptar que se advierte la experiencia de un cineasta que hizo del riesgo un hábito, la solvencia del viejo artesano especializado en un distinto que, a base de labranza, ya no le es tan ajeno. Y bien: ¿no residiría aquí su virtuosismo, en darnos a ver al otro las veces que haga falta —y todas serían pocas—, en relacionarnos con él cada vez más intensa, profunda, profusa, cinematográficamente? Pero la otredad de Perrone que me interesa (que me conmueve, que me apasiona) no se define por hacer de su objeto «lo marginal», sino en que cada retrato es nuevo: nuevo afrontamiento, nuevos personajes, nuevas tonalidades, nueva imagen.


Hay en Los actos cotidianos una experiencia de la visión que surge del compromiso (entrega absoluta, revelación del riesgo, «caza» de Perrone) y deviene en atracción (sin apelar a la imagen bella), obrada por alguien que podría hacer suyas las palabras de Lévi-Strauss, un cineasta que nunca filmó, pero que recetó valiosos remedios para nuestro ojo enfermo: «Todo lo que percibo me hiere, y me reprocho sin cesar por no haber sabido mirar lo suficiente».


1 comentario:

Agus dijo...

muy buena la nota, describen muy bien las sensaciones que se plasman en la pelicula...
un pelicula que te atraviesa, como la realidad y su crudeza. Solo hay que saber verlo, y querer verlo.


Raúl Perrone agradece al público y la prensa...

Fotos de prensa

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Sergio Wolf y Raúl Perrone en el Centro Cultural Rojas - Marzo de 2008.

Sergio Wolf  y Raúl Perrone en el Centro Cultural Rojas - Marzo de 2008.

Expo de Fotos en el Centro Cultural Rojas - Marzo de 2008

Expo de Fotos en el Centro Cultural Rojas - Marzo de 2008

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Raúl Perrone







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