El cine independiente / Raúl Perrone


¿Qué puedo decir sobre el cine independiente que no se haya dicho? Recuerdo que me gustaba leer en diarios y revistas la palabra “indie”. Sentía que quería hacer películas con el mismo espíritu que los músicos que hacían rock en un garage...

Hoy, unos catorce años después, me causa un poco de gracia leer que hablen de algunas películas diciendo que son “ independientes”, cualquiera dice que hace cine independiente y no tiene el mismo valor que antes, Son rótulos que se ponen, como “cine de culto”, el Dogma o la estupidez del momento. Son pretextos para poder escribir y hacer notas, pero el chiste se agota y al final no quiere decir nada. La palabra “independiente” está absolutamente vapuleada y no sé si siquiera genera respeto. En definitiva, creo que uno tiene que hacer lo que tiene ganas y la independencia es eso, hacer lo que uno tiene ganas, lo que uno quiere y puede sin limitaciones. El resto es marketing.

Muchos dicen que hacen cine independiente y lo hacen con un montón de plata, ¿entonces cuál es el límite? Porque la independencia a esta altura del partido no tiene nada que ver la plata., La independencia esta en la cabeza,esta en uno.

Hacer cine independiente ha cambiado mucho. Está muy bien que la tecnología vaya derribando mitos, aunque algunos se dieron cuenta un poco tarde. Pero bienvenidos todos al paraiso digital, (ja) al del video

... además, en definitiva, ¡la gente no sabe lo que es el cine independiente! Uno no le pregunta al vecino si vio algo de cine independiente. La gente no habla en esos términos, como los cinéfilos,criticos o intelectuales. La gente habla de películas buenas, o malas, y punto.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Tiempo Argentino

De dibujante a creador de una forma diferente de hacer cine
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Por María Iribarren

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Fue caricaturista. Hoy, lleva filmadas más de 30 películas que cabalgan entre el documental y la ficción, no recurren a actores profesionales, no se estrenan en salas convencionales y exigen un espectador laborioso y abierto.

Lápices, cámaras fotográficas, cámaras de video son los instrumentos que eligió Raúl Perrone para labrar historias. Desparramadas en libros y en las páginas del “primer” Tiempo argentino, sus caricaturas le aplicaron cirugía de grafito a una generación de políticos, músicos y artistas. Luego, salió a filmar las calles, los cielos y las gentes de Ituzaingó con una cámara de video al hombro, como diez años antes lo había hecho con la Super-8. Entonces ocurrió que, cuando el enunciado “nuevo cine argentino” todavía no significaba nada, Perrone montaba su zona de influencia sentando las bases de una estética inédita.
A contramano del establishment (no pide créditos al Incaa, no estrena en salas comerciales, no viaja a festivales, no da entrevistas por mail, no sale de Ituzaingó) “el Perro” es un realizador insoslayable en la filmografía nacional. Desde los primeros cortos, sus películas pusieron en discusión la teoría del género, borroneando los límites entre la ficción y el documental. Antes que ningún otro, Perrone “entrenó” actores no profesionales. Como pocos, sus filmes piden un espectador laborioso y con la mirada limpia. Reclaman un espacio de exhibición no convencional. A cambio, ofrecen una experiencia visual de larga duración y efectos colaterales.
Con casi 30 películas a cuestas, Raúl Perrone está preparando la edición de una nueva trilogía. “El tres es un número que me gusta. Hay una trilogía editada que es la “mitológica”, que incluye Labios de churrasco, Graciadió, 5 pal’ peso. Después tengo una trilogía sobre japoneses (Tardes de primavera, Tardes de verano y Canadá). También tengo armada la de Galván con Late corazón, La mecha y La navidad de Ofelia y Galván. Ahora estoy trabajando en lo que se llama Tríptico porque quiero diferenciarlo de los tríos anteriores. El tríptico tiene más que ver con la pintura y con lo que pienso de un estado de situación. Dejar un documento, que es lo que siempre trato de hacer, desde una misma estética modificada no sólo por la temática sino por la cosa pictórica”.
Tríptico estará conformado por Los actos cotidianos (presentada en el Bafici 2010), Luján y Al final la vida sigue igual (todavía en rodaje). Las tres exhiben un atrevimiento plástico desmedido, una radicalización en el uso de la luz y el sonido, una reflexión mayor sobre la soledad y las rutinas existenciales. “Una de las cosas que me están preocupando desde Canadá es el tema del sonido. Para Luján, me compré un aparatito de juguete y hago los ruidos. Armé un vecindario con esos ruidos. Es como el de El Chavo: una vecindad. Todo está atravesado por esa música que se podría cruzar de una película a otra. No hay un exterior de asfalto ni de colectivos. Y todo transcurre ahí: en una manzana en la que pueden convivir absolutamente todos. En Luján todo el tiempo hay ruidos de gente laburando, chicos que lloran… Como no uso música, la musicalidad la doy con el ambiente”.

–En tus últimas películas, sólo trabajás con actores no profesionales y las historias transcurren en interiores. ¿Por qué las pensaste así?
–No las pienso: las hago. Siempre parto de pequeñas cosas. No tengo un guión preconcebido. Dejo que me fluya. Después sí, cuando la empiezo a montar, la voy encontrando. Pero no voy con una estructura. Voy, filmo y me caliento como una chica de veinte años. Llego a mi casa, veo las imágenes y digo “¡Guau! Mirá la luz en la cara de este tipo!” Me quiero enamorar de lo que estoy haciendo. Con Los actos cotidianos me pasó lo mismo. Y con la última también me está pasando. Con Al final la vida sigue igual, decidí volver a la casa de Galván, a ver qué onda… ¡Ese barrio me inspira! Siempre pienso que es la última película y es como una naranja que no termino de exprimir. Siempre tiene jugo…
–Es extraño lo que contás, no es frecuente que un director de cine hable de inspiración.
–Yo funciono de esa manera. A mí me han inspirado fotos, me han inspirado mis propias películas. Yo creo que, a esta altura del partido, soy mi propio referente. Te lo digo con mucha humildad. Es como dijo Herzog: soy mis propias películas. Ahí está todo. Tengo la honestidad de poder mostrar un mundo que frecuento. Yo lo visto y lo pinto, pero hablo de lo que sé. Y los pongo a todos en situaciones... Por ejemplo, pongo a dos hermanas a conversar y lograr esa hermosa escena de dos mujeres, en penumbras, hablando de la madre a la que van a visitar al geriátrico, que ya no reconoce ni a las hijas. No sé si mucha gente puede lograr eso. Porque ahí, me vuelvo una persona invisible. Y eso está. No es que lo hablan como el culo. ¡Lo hablan y lo actúan! Pasan de ser personas a personajes. Y es lo más bello de todo esto.
– ¿Y vos dónde te quedás?
–Estoy ahí, marcándoles todo. Yo soy un titiritero por señas. Ninguno se da vuelta. Yo les enseño a ver por los costados, sin torcer la cabeza. Ellos entienden mejor que la gente preparada. Además, hay determinados temas que si no se tiene la capacidad de improvisar como tiene esta gente, se van a la mierda. Tienen que decir lo justo. Y para mí lo justo está marcado: ustedes tienen que hablar de esto, tienen que ir por acá, y acá terminan. ¡Esto es toma única! No repito tomas. También tengo que tener ciertos cuidados porque son muy susceptibles. Y hay pibitos con los que hay que tener mucha onda porque no se entregan así no más. Tenés que convertirte en uno más de ellos y tenés que ganar su confianza. Yo estoy ahí horas y horas, conversando.

La charla con Perrone tiene lugar en un bar de la estación Ituzaingó. Antes que eso, en el microcine de su casa, me mostró Luján, su último largometraje recién montado, y unos avances de Y al final la vida sigue igual. Dos películas en las que, la luz y el sonido le disputan su protagonismo a los actores. Personas vueltas personajes, a los que Perrone les talló el rostro con su cámara fija. Les inventó un barrio personal en el que se habla la lengua del cine.

–En Ocho años después filmaste un plano secuencia de 25 minutos, siguiendo a los protagonistas por las calles de Ituzaingó. En las películas de Tríptico los personajes están quietos en espacios privados. ¿A qué se debe el pasaje?
–Creo que las películas tienen que encontrar una manera de ser contadas y un tono. No podría haber hecho Ocho años después de otro modo. Fue concebida así: en exteriores y hablando, contra mis fobias. Después vino toda una etapa medio zen, con los japoneses. Películas que, a pesar de haber exteriores, eran muy tranquilas. Y yo empecé a sentir cierta tranquilidad también. Lo de ahora, ya ocurría en Late corazón o En la navidad. Quizás sea yo, inconscientemente. Porque no salgo. Hago muy pocos traslados. Me gusta mucho, sobre todo, la intimidad que estoy logrando. Lo que se está hablando en las películas. A partir de Luján, hubo un gran cambio. Me propuse devolverle a la palabra el valor que perdió. Trato de que la gente se escuche, de que no hablen uno sobre el otro. Me gustan esas pausas hermosas que hace Luján. Pero me gusta recrear eso porque en la vida no son así. Porque si fueran así no habría emoción auténtica de parte mía. A mí me encanta la conversación que tiene el viejo con el nieto. O con la hija cuando le dice “Yo ya no soy ni la mitad de lo que era. Ahora soy un viejo gruñón”. Me emociona profundamente escuchar todo eso. Son como pequeños relatos. Pero ojo, porque los relatos, en mis películas, están desde que empecé a hacer cine. Siempre hay alguien que le cuenta algo al otro ¿no? Me gusta mucho que me cuenten cosas.
– ¿Guionás los parlamentos?
–Muchas veces sí. En este tríptico escribí, de puño y letra, con garabatos, cómo fue concebida cada película. También cuento mi manera de laburar: yo voy, me junto con la gente y nos ponemos a hablar. Con la gente hablo lo que no hablo en mi casa. Tengo una manera de ser que me puedo adecuar tanto a un empresario como a un pibe. Les hablo como ellos. Entonces logro esa empatía que necesito. Hay una cosa que pasa que, cuando a mí me cuentan algo, se ve que me queda en el inconsciente, y lo sigo laburando. Al tiempo, lo que recuerdo no es lo que me contaron. Es otra cosa que, seguramente, inventé. Entonces, cuando los vuelvo a ver, les doy mi versión. Parece complicado pero es hermoso. Y termina siendo una cosa que es casi guionada.
–Tu forma de rodar da como resultado películas que se balancean entre el documental y la ficción. ¿Qué es para vos el cine?
–¡No tengo la menor idea! De verdad, no sé qué es el cine. Ni quiero intelectualizar sobre eso. Cuando veo que todo es tan difícil en el sentido de que las películas siempre cuentan con el bautismo del Bafici, pero después cuesta tanto estrenarlas. Por eso inventé esto del tríptico, para mostrar tres películas juntas, porque ya no quiero estrenar de una manera convencional. Si nunca me interesó, ahora menos. Creo que mis películas deberían ir a los museos. Deberían ir a lugares que las quieran pasar. Como cuando empecé, en los 90. No quiero ir a un estreno, no tiene ningún sentido. Yo creo que estoy haciendo películas para futuras retrospectivas. Lo que pasa es que nunca serán retrospectivas completas porque siempre voy a hacer una más. También siempre digo que esto es lo último que voy a hacer.
– ¿Por qué seguís?
–Porque soy un enamorado de la belleza, y la belleza para mí son las imágenes.
– ¿Entonces el cine es la belleza de las imágenes?
– Te armo la ecuación: la belleza de las imágenes, contar historias que nadie cuenta, poner personajes que sean absolutamente reales y creíbles, bucear en el alma de la gente como hacía cuando dibujaba. Bucear significa encontrar un estado de ánimo. Cuando dibujaba, hacía caricaturas y en los ojos vos sabías si ese tipo la estaba pasando bien o la estaba pasando mal. No sé cómo carajo lo hacía. Pero empezaba a dibujar por los ojos. Y la verdad es que todo eso, para mí, tiene que ver con el cine.

viernes, 22 de octubre de 2010

lunes, 30 de agosto de 2010

LUMIÉRE

Los actos cotidianos (Raúl Perrone, 2010)


por Alfonso Camacho






De otra parte Raúl Perrone, que no sabe qué es un escudo o un yermo, que no busca siquiera un cobijo donde resguardarse. Los actos cotidianos transcurre dentro de una casa, y sin embargo nos sentimos expuestos a la intemperie: esto no deja de ser significativo en cuanto que el dibujo de Perrone es una desaparición: relaciones incorpóreas, contigüidades separadas, paredes y techos intangibles. Imagen desaturada, cruda, desabrida, disyuntiva, que persigue el enigma y desprecia el alarde. Lo que cuenta es lo que no tiene, y entonces surgirán tormentas de radiaciones de teléfonos móviles y antenas televisivas, fuerzas espectrales que deambularán vacilantes, temerosas, inseguras, despojadas de su patriarca (el mismo Perrone careció de mentor alguno que le instruyera en el descubrimiento de nuevos pigmentos o lo convenciera de abandonar el taller para salir al exterior; no obstante se instruyó solo: fue único patrón de sus barcos, se convirtió en enemigo del maquillaje, en defensor acérrimo de las puertas abiertas en el set). Perrone avanza paso a paso, deshace a veces lo andado y retoma el camino, no aplana porque ama los relieves, las oquedades, el tropiezo, la tachadura. Se me podría reprochar, por aquello de combatir la añagaza de la palabra, que no es la primera vez que Perrone filma la marginalidad —incluso ya lo hizo en la misma casa, incluso los protagonistas de Los actos cotidianos ya participaron en otras de sus películas—; hasta podría aceptar que se advierte la experiencia de un cineasta que hizo del riesgo un hábito, la solvencia del viejo artesano especializado en un distinto que, a base de labranza, ya no le es tan ajeno. Y bien: ¿no residiría aquí su virtuosismo, en darnos a ver al otro las veces que haga falta —y todas serían pocas—, en relacionarnos con él cada vez más intensa, profunda, profusa, cinematográficamente? Pero la otredad de Perrone que me interesa (que me conmueve, que me apasiona) no se define por hacer de su objeto «lo marginal», sino en que cada retrato es nuevo: nuevo afrontamiento, nuevos personajes, nuevas tonalidades, nueva imagen.


Hay en Los actos cotidianos una experiencia de la visión que surge del compromiso (entrega absoluta, revelación del riesgo, «caza» de Perrone) y deviene en atracción (sin apelar a la imagen bella), obrada por alguien que podría hacer suyas las palabras de Lévi-Strauss, un cineasta que nunca filmó, pero que recetó valiosos remedios para nuestro ojo enfermo: «Todo lo que percibo me hiere, y me reprocho sin cesar por no haber sabido mirar lo suficiente».


Página|12

CINE › RAUL PERRONE HABLA DEL FESTIVAL DE CINE HECHO CON CAMARA DE FOTOS


“Se están rompiendo muchos prejuicios”


El director de Graciadió es el fundador del encuentro, que se realiza en el Centro Cultural Ricardo Rojas hasta el domingo.




Por Ezequiel Boetti


Como el ferrocarril Sarmiento, Raúl Perrone viaja de Ituzaingó a Once. El prolífico director, uno de los máximos exponentes del cine independiente nacional, cultor del rodaje como experiencia casera y artesanal, es el presidente y fundador del Primer Festival de Cine Hecho con Cámara de Fotos, que se desarrolla desde el miércoles y hasta el domingo con entrada gratuita en la sala Batato Barea del Centro Cultural Rojas (CCR). “La idea surgió en 2007, cuando hice La Navidad de Ofelia y Galván con una cámara de fotos”, rememora el realizador. Aquel film se rodó en sólo un par de días y lo protagonizaron sus octogenarios suegros. “Lo hice fundamentalmente por las ganas de usar un aparato muy pequeño que podía poner donde quisiera e igual pasaba inadvertido. Me di cuenta de que podía funcionar cuando noté que el video no se pixelaba en pantalla. Fue una experiencia muy alucinante”, asegura.


Los dos meses de exhibición del film en el CCR y el seminario “Hacer cine con una cámara de fotos”, que dictó en paralelo a las proyecciones, le permitieron vislumbrar un resquicio aún inexplorado. “Le propuse a Sergio Wolf (por entonces programador de la institución) hacer un festival. A él le interesó, pero justo se fue al Bafici. Cuando llegó Raúl Manrupe retomó la idea y lo pusimos en práctica”, recapitula. Ese proyecto germinó en un flamante festival que comenzó el miércoles pasado y para el que se presentaron más de 120 trabajos, de los que se seleccionó una tercera parte (ver recuadro). “Trabajamos como en cualquier festival, eligiendo lo que más nos gustaba e interesaba”, indica el director de Graciadió y presidente del jurado integrado por Christian Aguirre, Gustavo Laskier, David Seiras y el propio Manrupe. “Estas cámaras posibilitan que la gente pueda salir y hacer. En el hacer está la cosa; está el equivocarse y el aprender. Hoy en día los jóvenes tienen la posibilidad que antes no teníamos, que es la de hacer algo y mostrarlo”, reflexiona Perrone, quien divide su tiempo entre la dirección y la docencia, siempre en su querido Ituzaingó. Allí, en la localidad donde produjo casi la totalidad de su filmografía, el realizador de Bonus Track da clases gratuitas de dirección, guión y actuación a más de 120 personas. “Muchas de ellas hoy están presentado sus primeros proyectos”, se enorgullece.


–Hace más de diez años decía que no eran “importantes los formatos, sino contar una historia”. ¿Sigue sosteniéndolo?


–Absolutamente. No sé si el tiempo me dio la razón, pero puso las cosas en su lugar. Cuando uno siente ganas de filmar, no importa el soporte: hay que ir y hacerlo. La tecnología ha avanzado tanto que ahora permite estas cosas. La cámara de La Navidad de Ofelia y Galván es obsoleta porque ya hay algunas que filman en HD. Decir que es de fotos es nada más un dato; es una cámara digital. Así que no sólo sostengo lo que decía, sino que sigo apostando a más.


–¿Qué es ese “más”?


–No sé exactamente, pero si mañana sale otra cosa que grabe, voy a usarla.


–Gran parte de los films del festival son experimentales. ¿Hasta dónde se extiende el límite artístico al momento de experimentar?


–No tiene límite. Me parece que es interesante que traten de tomar una cámara para contar una historia. No es necesario que sea una determinada cámara, sino que sea lo que uno sienta y le guste hacer. Está bueno usarlo en el mejor de los sentidos, se pueden hacer cosas maravillosas. Lo experimental tiene que ver con los gustos personales.


–¿Cree que la principal ventaja de las cámaras de fotos es la democratización de la posibilidad de filmar?


–Con el video también pasaba. Cualquiera que disponía de una cámara puede ir y hacer algo. El Bafici y las nuevas tecnologías están desmitificando para bien muchas cosas. Se están rompiendo prejuicios. Hoy no te limita tener una película en Beta para pasarla en un festival o tenerla editada sólo en DVD. De hecho, muchos pasan sólo DVD. En el último Bafici exhibieron muchas en HD.


–Eso también requiere una adaptación del público.


–Creo que al público le importa poco. No sé si los espectadores se dan cuenta de cómo está filmada. La gente ve una película y no le interesa cómo está hecha; eso queda para los que hacemos cine o escriben. Creo que al público común le importa que la película le llegue.


–Más allá de esa democratización, ¿en qué favorece filmar una película con una cámara de esas características?


–Me parece que el poder hacerlo ya es de por sí favorable. Si tenés ganas, es fácil. En mi época era mucho más difícil, hacer una película era algo muy lejano. Hoy podés crear y filmar una historia en tu casa, con tu cámara y editada en tu computadora. Eso es lo interesante, que se haya podido llegar a eso. Hay cada vez más festivales donde encontrás pantalla. Mucha gente hizo su película a raíz de una fiesta o porque encontró motivaciones, y hoy puede verla en una sala en el marco de un festival. A mis 20 años yo usaba Súper 8 y era muy difícil presentarlo. Hoy no sólo tenés muchas facilidades sino también posibilidades de que se vea.


–¿Cree que esta tendencia es pasajera o se asentará a lo largo del tiempo?


–No sé qué pasará. Nosotros pudimos hacerlo y ojalá que no sea la última vez. La convocatoria fue muy buena, han llegado cosas de toda la Argentina y de varios países. Si a la gente le dan ganas de hacer cosas, la motiva a filmar, bienvenido sea.

lunes, 31 de mayo de 2010

LEEDOR.COM

Los actos cotidianos

por Raúl Manrrupe
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un registro documental tan vivo que se olvida que es una ficción

La cámara lúcida

El último BAFICI. Se acaba de proyectar en competencia, Los actos cotidianos de Raúl Perrone. En la platea, sus seguidores, sus alumnos, público, críticos y gente del Festival. El micrófono va de mano en mano sin que se escuche nada original mientras Perrone contesta con paciencia. Hasta que alguien pregunta algo que sorprende al director. El espectador quiere saber cómo se sintieron los protagonistas de la película al verse retratados en su situación cotidiana, algo así, como de qué manera se sintieron ellos al tener una cámara registrando su vida, esos actos a los que alude el título certeramente puesto. Y en ese momento, la película toma su verdadera medida ante los presentes. Porque estos actos, de desarrollo moroso, de esforzada y audaz búsqueda estética en sus claroscuros, de colores reales en encuadres elegidos, de diálogos como la vida misma, son parte de una película ficcional y no un documental. Una ficción basada en la realidad como suelen ser los largos de su director. Pero que como ninguna otra borra los límites entre ficción y realidad. Los actores, familiares, conocidos, vecinos de Perrone, son actores en esta película. Interpretan una situación ficcional. Los hermanos en la realidad, dice el Perro, no tienen en la vida real la relación cercana que tienen en la pantalla. Nadie se fue y no volvió. Y sin embargo, “haciendo de sí mismos pero no actuando como ellos mismos” dejan una sensación de realidad imposible de diferenciar de la ficción sin la aclaración previa del director.

Este es el mayor asombro de estos actos llevados a la pantalla. La fotografía suburbana de Ituzaingo sigue sumando capítulos tanto para un relato antropológico a partir de una familia (y lo que va quedando de ella) como para una obra de autor única, en su camino de experimentación y expresividad. En este retrato es bueno destacar que como en La Navidad de Ofelia y Galván, ha sido registrado con la función video de cámara fotográfica digital. Un nuevo desafío donde se saca provecho de las luces y las sombras de los ambientes en estado de destrucción que pueblan toda la historia, avanzando hacia una intención de poética visual ya intuida en Bonus Track y Canadá.

En el cine argentino actual hay una corriente documental que busca narrar momentos en la vida de seres marginales, empobrecidos o rurales, en un día, un mes, un año de sus existencia. Muchas veces, esas películas se limitan a mostrar con asombro y candor a esas personas desde afuera.

La gran diferencia con Los actos cotidianos es que Perrone lo hace desde adentro, con conocimiento de causa y efecto. Puede gustar o no, pero en cada fotograma (videograma, para decirlo más correctamente) hay un registro documental vivo. Tanto, que llega a hacernos olvidar que todo se trata de una ficción


Raúl Perrone presidirá el jurado del 1er Festival de Cine hecho con cámara de Fotos (SCDF), a desarrollarse en Agosto en el Centro Cultural Rojas de Buenos Aires. Bases y condiciones: http://www.rojas.uba.ar/convocatorias/cine.htm

lunes, 17 de mayo de 2010

Clarin

El cine como artesania

por Miguel Frías



"Los actos cotidianos" La nueva pelicula de Raúl Perrone refleja la fidelidad del realizador a un estilo de produccion minucioso y austero.

PUERTAS ADENTRO EL FILME MUESTRA A UNA FAMILIA, AJENA AL MUNDO EXTERIOR, EN UNA CASA DE ITUZAINGÓ.

Con veintiséis películas en su filmografía, Raúl Perrone no sólo es uno de los realizadores más prolíficos de la Argentina: también es uno de los más fieles a un modo de producción. "Cada vez hago un cine más austero, más artesanal -dice-. Mantengo mi sistema de producción y aprovecho las nuevas tecnologías. No puedo detenerme a viajar, buscar subsidios o financiación. Cada vez me siento más lejos de todo". En la irregular sección argentina del Bafici, presentó Los actos cotidianos (ver minicríticas)

"Diría que esta película, igual que las anteriores, no es marginal sino artesanal: desde todo lugar, incluso desde la manera de estar contada y desde el trabajo sobre los detalles. En Los actos ... hay una familia humilde, una casa en Ituzaingó que aparece en varias de mis películas, y un mundo exterior, violento, que llega a través del televisor y los teléfonos celulares. El 90 por ciento de la película transcurre en el interior de la casa; no es algo nuevo para mí, pero quería profundizarlo. Además trabajé mucho el off, otra de las características de mi cine".

Perrone, nacido en 1952, viene de las artes plásticas y puso un énfasis especial en la fotografía, apoyándose en una variada, minuciosa paleta de tonalidades. "Por eso digo que Los actos ... es parte de un tríptico, como si fuera una pintura, y no de una trilogía. Lástima que es la segunda parte y la presenté antes que la primera. Hago todo al revés, ¿no te parece?".

Para el director de Graciadió y Peluca y Marisita no tiene sentido estrenar películas como las suyas en salas comerciales. "Y no lo digo por escéptico. Al contrario, soy optimista: si no, no haría lo que hago. Pero que falta un debate amplio y serio sobre qué hacer con el cine independiente en la Argentina. Desde cómo encarar las críticas hasta cómo crear salas pequeñas para los filmes de autor.

En cuanto al Bafici, explica: "Me siento parte de él. Pasé por todos lados: estuve en Work in Progress y también me dedicaron retrospectivas. Veinte de mis veintiséis filmes se dieron acá. Es como mi casa; el único festival al que voy. Sobre todo porque me queda cerca y evito los aviones".

Raul Perrone - los actos cotidianos

Aquellos años felices

por Mijal Bloch



Una película cuya protagonista es una casa, y la banda sonora, el zapping de la TV. Dos hermanos que se refugian en la habitación más fresca. Hablan el día a día, el gran mundo allá afuera, cada vez más aciago y violento.

En palabras del director: “la casa de Galván, sin Galván.”

Sin la pesadez de un diálogo melodramático. Absoluta pureza, en este universo derruido y sutil.

Y así habita el tiempo.

El borde de los cuadros parece caerse en las paredes derruidas, una cortina que apenas deja pasar la luz. No hay violines ni guitarras. Los personajes transcurren como en una pintura oscura de Vermeer o un cuadro luminoso de Caravaggio. Pobreza y amistad. Amor, y que sea lo que se pueda. Los chicos juegan en el nido, la abuela mira y asiente, el hermano mayor pelea por teléfono con su ex mujer: sale algunas noches, a escrutar la nada del barrio.

Al costado y en guardia, una madre-hermana, la verdadera resistencia frente a la degradación. Ella, entrañable, un personaje de esos que te putean con una sonrisa franca.

Los actos cotidianos no tiene un plano de sobra, una nota musical. Pieza tras pieza, se construye el retrato de un presente continuo y aislado, refugio sin patriarca, pero además, real de un problema que hiere fuera de pantalla.

¿Cómo construir un relato de la pobreza y la injusticia social sin ser panfletario? El último film de Perrone halla la ironía en el contracampo: la abuela escuchando en el noticiero que nadie debe preocuparse por el futuro económico de los hijos del rey del pop.

Espectadores

Trabajo de campo en el conurbano
por Maria Bertoni

En términos antropológicos, Raúl Perrone realiza un excelente trabajo de campo con Los actos cotidianos. Instalado en la casa que Bebo y Sole mantienen en Ituzaingó, el director argentino ofrece un retrato detallado del día a día de estos argentinos de clase media-baja en el conurbano bonaerense. El hogar como refugio de un entorno hostil, la constitución de familias ensambladas, la (omni)presencia del celular y la televisión son algunos de los fenómenos sociales que subyacen de un documental que habría fascinado al fallecido Claude Lévi-Strauss.

viernes, 7 de mayo de 2010

Variety

The Daily Actions / Los actos cotiadianos (Argentina)

By Jonathan Holland

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A Las Ganas Que Te Deseo, SCCDF Digitales, Taller DCRP, Enecine production. (International sales: Las Ganas Que Te Deseo, Buenos Aires.) Directed, written by Raul Perrone.

With: Soledad Aguilera, Adrian Aguilera, Maria Galvan.


The Daily Actions" of the latest downbeat-and-dirty offering from Raul Perrone are those of a disadvantaged family in the outskirts of Buenos Aires. Typically no-concessions fare from a helmer who defiantly plows his own furrow, this sometimes powerful, sometimes tedious, sometimes unexpectedly moving film has the real rebel spirit, utilizing no-frills documentary realism to persuasively show things as Perrone believes they are. Pic is unlikely to extend Perrone's faithful following; limited fest appearances are likeliest.

Enfolding the fragile consolations of home and the dangers of the cruel world outside, pic reps both a family portrait and a slice of social criticism. Impoverished, unsmiling and perpetually in survival mode, Sole (Soledad Aguilera) and her unemployed brother Bebo (Adrian Aguilera, Soledad's real-life sibling) live in a low-lit slum with their respective kids and their mostly silent mother (Maria Galvan). Perrone records them smoking incessantly, talking in circles and texting; when they listen to the radio or bring gossip home, some dark event is generally the subject. A tremendously evocative late scene beautifully contrasts the bright colors of a kids' play area with the muted tones that tend to dominate.

Camera (color), Perrone, Bernardo Demonte; editor, Zaida de Pedro; music, Anahi Colombo. Reviewed on DVD, Madrid, May 5, 2010. (In Buenos Aires Film Festival -- Argentine competition.) Running time: 82 MIN.

lunes, 26 de abril de 2010

Crítica Digital

RAUL PERRONE PRESENTA SU NUEVO FILM

"Ya no se si vale la pena estrenar"


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Un nombre que parece ir de la mano de (casi) todas las ediciones del festival Bafici es el de Raúl Perrone. Porque este director pionero y referente indiscutido e ineludible del cine independiente local ha estado en nueve de las once ediciones anteriores. Ya pasó por las secciones de “Work in progress” y “Lo nuevo”, tuvo una retrospectiva, estuvo en una clausura, llegó a presentar tres films de golpe, y hasta mostró los entretelones de sus célebres talleres de cine en Ituzaingó.

“En los últimos años -cuenta- pasa que me proponen estar y primero digo que no y a veces al final digo que sí, pero realmente me resulta estresante estar en el Bafici, por la demanda de entradas y los apretujones que por suerte se producen porque va mucha gente a mis estrenos, pero también le terminan gustando a la crítica. A la vez, sé que después de tantas películas es más fácil que te hagan pelota porque sos más vulnerable".

Este año, más precisamente hoy a las 22 en el Hoyts, estrenará Los actos cotidianos. Y explica sus razones: “Me di cuenta de que el cine argentino está atravesando un momento difícil, donde cada vez se hace más complicado para aquellos que trabajamos de esta manera y donde ya no sé si vale la pena estrenar películas. Hay que buscar una manera alternativa de poder mostrar las películas, que es lo que estoy imaginando. Entonces, ¿para qué negarme al lugar y el público que me ofrece el Bafici, y que es una manera de que la película tenga su bautismo? Y le tengo un gran afecto al festival, claro.”

Los actos cotidianos, según anticipa, forma parte de un tríptico (“y no una trilogía”, aclara, “porque es como una pintura con una unidad en cuanto a la temática, el barrio y la paleta de colores”). Es un retrato social muy crudo donde hay un guiño a la casa de don Galván, el protagonista de sus muy bien recibidas La mecha y La navidad de Ofelia y Galván, ya que muestra la intimidad de su hija y sus nietos. “Es muy crítico de los momentos que estamos viviendo, desde la inseguridad hasta la incomunicación, donde la gente está toda con celulares y en realidad hablan muy poco. Me parece riesgosa y tomar riesgos después de 25 películas es casi un acto kamikaze, pero no puedo dejar de hacerlo”.

Un dato casi permanente en la historia de los estrenos de Perrone es que suele tener otros films terminados en el bolsillo. Y hoy no será una excepción: “Esta película en realidad es la segunda del tríptico. La primera es Luján, sobre un jubilado de la construcción, y la tercera es Era Marta la reina, sobre dos chicas drogadictas con un pasado heavy. Y hay una unidad".

Otros Cines

Crónica de la degradación del conurbano
por Diego Batlle

Tras el notable uno-dos del año pasado con Bonus Track y 180 grados, Perrone trajo este año un film en el que describe -con su habitual capacidad de observación y sensibilidad para captar la intimidad cotidiana de sus personajes/"actores"- las miserias de una familia de clase media-baja de su Ituzaingó: grupos disfuncionales y disgregados, con empleos precarios, escasa comunicación y contención.

Como siempre, Perrone evita el subrayado, la bajada de línea y apela a pequeñas situaciones recurrentes -el obsesivo uso de los sms de los celulares, la omnipresencia de la televisión, las escenas con un pájaro enjaulado, los permanentes reclamos de ella hacia él por su falta de compromiso y adultez- para exponer así la monotonía, el hastío, la falta de incentivos y perspectivas de esos seres del conurbano bonaerense.

Perrone opta por trabajar en interiores y el resultado en términos visuales (y en cuanto a calidad de imagen final) es menos interesante que en los films apuntados del año pasado. Si en distintas etapas de su carrera se fue vinculando al Perro con Jim Jarmusch, Abbas Kiarostami o Gus Van Sant (en las películas sobre skaters), a la salida de la función de prensa de hoy se escuchaba un nuevo referente: el portugués Pedro Costa.

De todas formas, más allá de filiaciones posibles, aún con un film menor como éste, Perrone sigue siendo un genuino, intuitivo y a esta altura sólido observador de su gente, de su zona y de sus contradicciones.

Despacio: escuela

por Marina Yuszczuk
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Los actos cotidianos / Raúl Perrone / 2009 / Argentina
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¡Dame más lentitud! A contrapelo de la cultura comercial, Perrone mete la cámara en la casa de una familia de clase baja de Ituzaingó, y mientras viven los registra, con un armado mínimo de las escenas. La vida cotidiana es lenta y acá el ritmo del montaje quiere dar cuenta de esa lentitud. Toda la película está al servicio de mostrar, como un gran gesto político que quisiera decir “Vean, escuchen, quieran” a través de la representación de una familia, pero también de una clase, radicalmente opuesta a las asquerosidades de los medios y de los reality. El tiempo que dura la película es el tiempo de una familiaridad adquirida lentamente entre lo que se muestra y el espectador, de un interés que se convierte en compromiso. Pero ojo que acá no se trata solamente de asistir como testigos impasibles, porque Perrone mezcla los planos fijos de la familia viviendo con escenas como ésta: la chica está mirando algo, la vemos mirando, después el corte pasa a un plano de lo que ella mira en el que las hojas de un árbol, verdes, nítidas, de movimientos suaves, ocupan toda la pantalla, y en esa circularidad de las miradas estamos viendo, aunque sea en la ficción, con la mirada de ella. Estamos compartiendo algo. Porque el retrato de la clase no es solamente sociológico sino que está construido con la mira puesta en el afecto, algo que tal vez sólo el cine puede hacer, y Perrone parece saberlo.

viernes, 23 de abril de 2010

Un cine nada cotidiano: el acto de filmar según Perrone

por Maria Iribarren

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Si Los actos cotidianos fuera un libro, cada página serían dos: en la primera, se podrían leer los detalles que singularizan la vida doméstica de Sole y Bebo. En la segunda —una fina lámina de papel transparente—, la índole del relato sería la de un arte poética, una teoría de la composición en 35 mm o una de las tantas respuestas posible a la pregunta ¿qué es el cine?.

Aunque Los actos cotidianos no es un libro, la doble circulación de sentido configura la lógica de éste y de cualquier otro de los organismos creados por Raúl Perrone, desde hace veinte años. Una historia (des)compuesta en módicos actos, más el acto de filmar esa historia son, entonces, las dos imágenes de una narración que avanza en el tiempo no lineal de la existencia. Una sobre otra para devenir en una tercera representación, cuyo sino es el movimiento incesante, el caos ordenado —reconocible— en el que se desempeñan la vida, el relato de la vida —en primera persona— y los deseos (cuya expresión está diferida y repartida en este filme entre el sistema gestual y la dramaturgia televisiva).

Así opera el cine de Raúl Perrone: haciéndose, provisorio, creando imágenes “nuevas” para ponerle ideas a la vida humana. Pero esta vez, las tonalidades, los ritmos, en suma, la intensidad son muy otras de las que había mostrado el autor en sus filmes precedentes. Los eventos exiguos que comparten Sole y Bebo (¿habría que leer esos nombres como anagramas de la condición que de, cada uno de los hermanos, subraya la película?) suceden en algún lugar que, ahora es imperioso, no sea específicamente Ituzaingó.

Yendo y viniendo del silencio reflexivo a la narración de lo vivido, Los actos cotidianos se establece en la necesariedad de transcurrir en un no lugar, zona inespecífica en la que el cielo no es sino su reflejo en un charco de agua, que la película vira, casi casi, al blanco y negro. Es decir, esta pieza (que ya no es la última) de Perrone, tiene una razón más ambiciosa que las anteriores. Esta vez, el espectador no debe dejarse llevar por las imágenes ni por las palabras ni por los hechos narrados. Acá debe poner a jugar todos esos elementos en su reverso: el fuera de campo visual y auditivo, los silencios, lo que no está dicho ni actuado. Esta vez, el espectador tiene la misión de completar lo que no está, de concluir una película que funciona como el agujero en la pared: atrae y desconcierta, conmina a mirar tanto como a no hacerlo.

En este sentido, Los actos cotidianos acaso inaugura la serie de un cine concreto, refractario al adjetivo costumbrista, profundamente político. No es que Raúl Perrone haya abandonado la voluntad plástica en este filme: sólo le restituyó su dimensión descriptiva en desmedro de la pura cosmética. Ahí estriba su rara, destelleante y perentoria belleza.

jueves, 25 de marzo de 2010



Viernes 16/22hs/hoyts 7

Sábado 17/15.15hs/hoyts 7

Domingo
18/18.45hs/hoyts 7
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martes, 23 de febrero de 2010

los actos cotidianos

de raúl perrone






Sinopsis

En una casa del conurbano viven dos hermanos con su madre:
sole y bebo.
El tiempo pasó, y ellos ya tienen hijos. mientras los crian como pueden, su vida no es mas que el conjunto de acciones que pueblan la existencia de todos. acciones simples, cotidianas que se apilan una tras otra en la rutina de existir.
el tiempo que pasa, siempre dentro de la casa: mirar la novela, cortarle el pelo al chico, lavar la ropa.
Afuera se percibe un mundo peligroso: poblado de accidentes, problemas con la ley y adicciones, pero en el nido los hermanos parecen estar a salvo.
un gorrion encerrado por sole en una jaulita puede ser la clave para una salida... pero ¿vale la pena salir? ¿salir adonde? ¿a un mundo cada vez mas enrejado?
“los actos cotidianos” ensaya una hipótesis que por supuesto solo va poder completar el espectador luego de ver esta película.



martes, 16 de febrero de 2010

OTROS CINES

por Quintín
Un clásico argentino

El estreno de La Navidad de Ofelia y Galván es una excelente excusa no sólo para analizar una nueva apuesta experimental de Raúl Perrone sino también para reivindicar la trayectoria de este pionero del cine independiente

Me llama por teléfono Raúl Perrone e insiste en que vea La navidad de Ofelia y Galván, una de las dos películas que presentó en el BAFICI 2007 y está a punto de estrenarse (creo que desde entonces filmó dos películas más). Nos conocimos allá por 1993, cuando Perrone recién empezaba como director y yo como crítico. Me había gustado Angeles, un mediometraje de esos años y le hicimos una entrevista para un programa de televisión que teníamos entonces en el cable. En la conversación recordamos que el encuentro fue al mediodía, en un boliche gay de San Telmo. Homofóbicos los dos, le echamos la culpa al otro de haber elegido ese lugar.Pero Perrone me echa la culpa de otra cosa, o mejor dicho, me recuerda que él tenia razón en nuestras discusiones durante estos quince años: no había por qué hacer cine en 35 milímetros ni plegarse al método de producción industrial. Perrone empezó antes del "Nuevo Cine Argentino” y hoy no cabe duda de que fue un pionero cuando decidió filmar sin dinero, sustentado en la ansiedad de hacer cine a toda costa y bien rápido. La impaciencia dio sus frutos: hoy tiene una filmografía y un reconocimiento que ningún cineasta “marginal” logró en la Argentina, hasta el punto de haberse convertido en un clásico. El tiempo y la revolución digital terminaron jugando a favor del Perro. Por un lado, su libertad como cineasta es absoluta: ni la burocracia del INCAA, ni los fondos de ayuda europeos, ni los productores nacionales retrasarán el rodaje o harán modificar un plano de una película suya: a diferencia de la mayoría de sus colegas, no necesita de ninguna de esas instancias. Pero si, en un principio, la tecnología del video era precaria y luego, aunque las cámaras se hicieron confiables y poderosas, las proyecciones no tenían la calidad suficiente, hoy ya no se puede considerar subestándar el trabajo en ese formato y, además, va dejando de ser indispensable ampliarlo a 35mm.De hecho, como para reafirmar su eterna voluntad de experimentar, La Navidad de Ofelia y Galván está filmada con una cámara de fotos. Es decir, con las películas que permiten hacer las cámaras de fotos. La imagen, sin embargo, es óptima y el tamaño del aparato permite colocarlo donde la cámaras de más porte no caben. Sobre una mesa, por ejemplo. La película, compuesta casi absolutamente de planos fijos, da la impresión de haber sido filmada sin que haya un operador detrás del visor sino que, en muchos pasajes, Perrone dejó la camarita en un rincón y logró que el registro fuera, por así decirlo, automático. Los personajes entran y salen de cuadro y, en ningún momento parecen tener conciencia de que están siendo filmados.El registro es muy cercano al documental y los personajes, sobre todo el viejo Galván (protagonista de La mecha), ya han aparecido en otras películas del director. Hubo una época más o menos pop de Perrone (que no he vuelto a ver) y que delataba algunas influencias claras, no sólo en el estilo sino en el tono (Wenders, Jarmusch). Me parece, sin embargo, que en los últimos años, sus estilo se ha depurado hacia una mayor contemplación y una particular serenidad. Perrone flma en Ituzaingó una Argentina que no figura en el cine argentino. No es el país de la miseria, el delito o el melodrama juvenil lo que le interesa del suburbio, sino un mundo ralo, urbano, pero poco comunicado, pobre en recursos pero también pobre en su contacto con el resto de la sociedad, al margen de las noticias y del devenir colectivo: es lo que queda de un país que estuvo alguna vez articulado. Pero no hay nostalgia por ese otro tiempo sino descubrimiento de una vibración y de una belleza residuales de lo humano, testigos de un paisaje desolado aunque no definitivamente terminal. En películas recientes, Perrone eligió como personajes a inmigrantes asiáticos, seres completamente ajenos al forzado y convencional criollismo de nuestras ficciones cinematográficas. Pero no hay demasiada diferencia entre ellos y los dos protagonistas de La Navidad de Ofelia y Galván, a los que la vejez, la sordera y la pérdida de la memoria aísla de sus parientes y mucho más del resto del mundo. En un momento, Galván lee un diario que cree de ayer (como nuevo) pero bien puede ser de una semana o un año atrás. No es sólo la tristeza de una muerte próxima lo que la película retrata, sino cierto estado vegetativo que encuentra un símbolo inesperado y muy feliz cuando Ofelia baña a la tortuga y se produce la única conversación en la que ambos logran entenderse, cuando ella y Galván imaginan la vida del animalito al que de algún modo han terminado por parecerse.Perrone no es sentimental con sus personajes, pero hay en sus películas una ternura muy particular. Curiosamente, no abundan en ellas personajes de su generación. En cambio, con los chicos, adolescentes y ancianos parece sentirse más cómodo, como si pudiera verlos sin ser visto, ejercer el pudor de un cineasta cuya cámara se acerca, pero nunca demasiado y menos aun se vuelve sobre sí mismo. Las películas de Perrone emiten en una frecuencia de baja intensidad, poco común en el cine e impensable en producciones de otro presupuesto. En ellas, las emociones no son obvias, pero es raro encontrar un testimonio tan contundente de la fragilidad humana.

CINECRÓPOLIS

por María Iribarren




"¡Hace años que no voy! Las Lamentaciones están de más. Siempre que pude ir, fui ...", dice don Nicéforo, casi al final de de La navidad de Ofelia y Galván, La película de Raúl Perrone. La palabra de ese hombre con dentadura improbable, sirve para propagar alguna que otra "idea clave" del realizador. En el enunciado con el que Galván espanta el reproche, "suena" Perrone recomendando filmar sólo si se tiene algo que decir ... entre otros consejos saludables ...

Como es su costumbre, Raúl Perrone estreno La navidad de Ofelia y Galván En una "sala alternativa". Antes que ninguna otra cosa esta es la película del "Perro" en la que el autor, obra y lenguaje se anudan en una Misma materia expresiva. En ese sentido, tanto para los que han Experimentado su filmografía como para los debutantes, La navidad de Ofelia y Galván resultará un punto de inflexión, acaso la síntesis de una búsqueda previa que el autor recupera Mediante la selección de Ciertos elementos u ocurrencias: un personaje (Galván Fue el protagonista de La Mecha), Una frase musical (de Alejandro Seoane), un paisaje (Ituzaingó), una tonalidad (de mancha de humedad, de nubes).

Estos Pedacitos de asuntos, se suman ademanes A LOS autorales, ahora, enfatizados: el de restituir al cine el ritmo de la Existencia, el de restarle dramaturgia al relato para depositar esa intensidad en la sintaxis audiovisual (planos, encuadres, iluminación, sonido ambiente ), el de excitar el Libre Albedrío perceptivo del espectador.

A contramano del barullo mediático, que decir que hay un tipo que la ONU hace diez años Propuso "cagarse en el formato: si lo que tenés para decir no se sostiene en VHS, tampoco se Va a Sostener en Beta, en Super 8, en 16 Ni en 35 mm "(ver Decálogo), ahora se le haya ocurrido" filmar "una con cámara" fotográfica "no Debería sorprender a nadie. Por el contrario, la Decisión rebota en el espectador, obligándolo un deponer el confort de la inocencia, para animarse con las preguntas ¿qué es el cine? ¿Para qué (me) sirve?

La navidad de Ofelia y Galván Cifra Algunas pistas Al respecto. Ofelia y Galván son dos ancianos Cuyo estado civil no se precisa. Una cámara perseverante y amorosa Persigue la rutina modesta que los repara: tomar mate, barrer el patio, conversar con un vecino o con una nieta, leer el diario, olvidar Permanecer en silencio, Afeitar DEJARSE, recordar, una tortuga fregar, comer fideos y pan dulce. De pronto, una frase de Ofelia ( "Siempre que vengo acá me dan una pastilla en vez de darme de comer") o de Galván ( "Todo es con lágrimas"), Va a sacudir el orden natural. Y ahí está Perrone pegando saltos con su camarita (aunque parezca que el artefacto está clavado en un trípode), advirtiendo que no es antropólogo ni folclorista, que hace cine y si no pasen, escuchen y vean ...

Entonces, ¿ésto es el cine? Sí, por todos lados. Es que Perrone, una película es lo que le pasa al materialización y confirma la tesis de Jean-Louis Comolli: Espectador. Perruna Fílmica A partir de ese dilema se desabrocha la filosofía: Ideas Traducir a imágenes, una Dotar de Imágenes SEE valor enunciativo, ordenar esos Enunciados de forma tal que, en el TRANSCURSO del filme, se despojen del drama íntimo para Convertirse en pronunciamientos colectivos. Así es como, además de la historia que anuncia el título, además de la belleza de las estampas, además del compás visuales, cualquiera podra "leer" alli un diagnóstico del presente. Y también, en este caso, dejar la sala y emocionarse con los ojos llenos de cine. ©

jueves, 21 de enero de 2010

Bonus Track

Sábado 30 de enero en el Rosedal



Bonus track (Dir. Raúl Perrone) 84'Argentina 2009
Hace ya veinte años que el director de Graciadió empezaba a contar sus historias de jóvenes suburbanos, sin saberlo abriendo la puerta para el nuevo cine argentino. En Bonus Track vuelve a ese terreno, pero los adolescentes de ahora son Diferentes y Los observación con respetuosa distancia. Un cine de barrio convertido en pista patinadora es la metáfora perfecta de una nueva generación que irrumpe, ingenua pero irrespetuosamente, en un mundo que ya es pasado: es hora de asumirlo.


Raúl Perrone

Nativo de Ituzaingó, Fue el primer realizador argentino que DESTACO por sus trabajos en vídeo, Produciendo y estrenando por fuera de los circuitos tradicionales. Entre sus películas Están Labios de churrasco, Graciadió, mecha, Tarde de verano y Canadá, por la que Recibió el premio al mejor director en la Competencia Argentina del Bafici 2007.

Día y Horario
30 ene / 21:00 h


Bonus track
Bonus Track (Dir. Raúl Perrone) 84'argentina 2009
Autocine en el Rosedal
Rosedal de Palermo


Raúl Perrone agradece al público y la prensa...

Fotos de prensa

Fotos de prensa

Sergio Wolf y Raúl Perrone en el Centro Cultural Rojas - Marzo de 2008.

Sergio Wolf  y Raúl Perrone en el Centro Cultural Rojas - Marzo de 2008.

Expo de Fotos en el Centro Cultural Rojas - Marzo de 2008

Expo de Fotos en el Centro Cultural Rojas - Marzo de 2008

Contribuyentes





En este blog podes encontrar información de mis últimos proyectos, fotografías, videos y trailers, además de gacetillas sobre eventos, charlas, talleres o seminarios.
Raúl Perrone







La trilogia (Disponible en DVD)

La trilogia (Disponible en DVD)
Labios de churrasco - Graciadió - 5 pal' peso