por Quintín
Un clásico argentino
El estreno de La Navidad de Ofelia y Galván es una excelente excusa no sólo para analizar una nueva apuesta experimental de Raúl Perrone sino también para reivindicar la trayectoria de este pionero del cine independiente
Me llama por teléfono Raúl Perrone e insiste en que vea La navidad de Ofelia y Galván, una de las dos películas que presentó en el BAFICI 2007 y está a punto de estrenarse (creo que desde entonces filmó dos películas más). Nos conocimos allá por 1993, cuando Perrone recién empezaba como director y yo como crítico. Me había gustado Angeles, un mediometraje de esos años y le hicimos una entrevista para un programa de televisión que teníamos entonces en el cable. En la conversación recordamos que el encuentro fue al mediodía, en un boliche gay de San Telmo. Homofóbicos los dos, le echamos la culpa al otro de haber elegido ese lugar.Pero Perrone me echa la culpa de otra cosa, o mejor dicho, me recuerda que él tenia razón en nuestras discusiones durante estos quince años: no había por qué hacer cine en 35 milímetros ni plegarse al método de producción industrial. Perrone empezó antes del "Nuevo Cine Argentino” y hoy no cabe duda de que fue un pionero cuando decidió filmar sin dinero, sustentado en la ansiedad de hacer cine a toda costa y bien rápido. La impaciencia dio sus frutos: hoy tiene una filmografía y un reconocimiento que ningún cineasta “marginal” logró en la Argentina, hasta el punto de haberse convertido en un clásico. El tiempo y la revolución digital terminaron jugando a favor del Perro. Por un lado, su libertad como cineasta es absoluta: ni la burocracia del INCAA, ni los fondos de ayuda europeos, ni los productores nacionales retrasarán el rodaje o harán modificar un plano de una película suya: a diferencia de la mayoría de sus colegas, no necesita de ninguna de esas instancias. Pero si, en un principio, la tecnología del video era precaria y luego, aunque las cámaras se hicieron confiables y poderosas, las proyecciones no tenían la calidad suficiente, hoy ya no se puede considerar subestándar el trabajo en ese formato y, además, va dejando de ser indispensable ampliarlo a 35mm.De hecho, como para reafirmar su eterna voluntad de experimentar, La Navidad de Ofelia y Galván está filmada con una cámara de fotos. Es decir, con las películas que permiten hacer las cámaras de fotos. La imagen, sin embargo, es óptima y el tamaño del aparato permite colocarlo donde la cámaras de más porte no caben. Sobre una mesa, por ejemplo. La película, compuesta casi absolutamente de planos fijos, da la impresión de haber sido filmada sin que haya un operador detrás del visor sino que, en muchos pasajes, Perrone dejó la camarita en un rincón y logró que el registro fuera, por así decirlo, automático. Los personajes entran y salen de cuadro y, en ningún momento parecen tener conciencia de que están siendo filmados.El registro es muy cercano al documental y los personajes, sobre todo el viejo Galván (protagonista de La mecha), ya han aparecido en otras películas del director. Hubo una época más o menos pop de Perrone (que no he vuelto a ver) y que delataba algunas influencias claras, no sólo en el estilo sino en el tono (Wenders, Jarmusch). Me parece, sin embargo, que en los últimos años, sus estilo se ha depurado hacia una mayor contemplación y una particular serenidad. Perrone flma en Ituzaingó una Argentina que no figura en el cine argentino. No es el país de la miseria, el delito o el melodrama juvenil lo que le interesa del suburbio, sino un mundo ralo, urbano, pero poco comunicado, pobre en recursos pero también pobre en su contacto con el resto de la sociedad, al margen de las noticias y del devenir colectivo: es lo que queda de un país que estuvo alguna vez articulado. Pero no hay nostalgia por ese otro tiempo sino descubrimiento de una vibración y de una belleza residuales de lo humano, testigos de un paisaje desolado aunque no definitivamente terminal. En películas recientes, Perrone eligió como personajes a inmigrantes asiáticos, seres completamente ajenos al forzado y convencional criollismo de nuestras ficciones cinematográficas. Pero no hay demasiada diferencia entre ellos y los dos protagonistas de La Navidad de Ofelia y Galván, a los que la vejez, la sordera y la pérdida de la memoria aísla de sus parientes y mucho más del resto del mundo. En un momento, Galván lee un diario que cree de ayer (como nuevo) pero bien puede ser de una semana o un año atrás. No es sólo la tristeza de una muerte próxima lo que la película retrata, sino cierto estado vegetativo que encuentra un símbolo inesperado y muy feliz cuando Ofelia baña a la tortuga y se produce la única conversación en la que ambos logran entenderse, cuando ella y Galván imaginan la vida del animalito al que de algún modo han terminado por parecerse.Perrone no es sentimental con sus personajes, pero hay en sus películas una ternura muy particular. Curiosamente, no abundan en ellas personajes de su generación. En cambio, con los chicos, adolescentes y ancianos parece sentirse más cómodo, como si pudiera verlos sin ser visto, ejercer el pudor de un cineasta cuya cámara se acerca, pero nunca demasiado y menos aun se vuelve sobre sí mismo. Las películas de Perrone emiten en una frecuencia de baja intensidad, poco común en el cine e impensable en producciones de otro presupuesto. En ellas, las emociones no son obvias, pero es raro encontrar un testimonio tan contundente de la fragilidad humana.
4 comentarios:
esxelente critica de quintin
que honor que me firme! por supuesto, siempre me paseo por este blog aunque núnca llegue a firmarlo, pero acá lo hago. Desde hace mucho siguiendo sus películas y como una actriz frustrada le deja un cordial saludo angustina.
por supuesto voy a estar en bafici! Me encantaria hacer un taller! le dejo mi e-mail: ti.tila@hotmail.com asi nos comunicamos mejor y me informas acerca de cuando puede ser. Gracias!
Buena nota...
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